Palabra de Dios en Dei Verbum:
Tradición, Escritura, Magisterio
CAPITULO
II
de
la Constitución Dei Verbum
TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA
TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA
1. Texto y
2. Claves de comprensión
Transcribimos
el texto íntegro del Capítulo II de la constitución dogmática Dei verbum
sobre la divina revelación.
Juntamos
en la misma sección “texto” y “claves” (véase las notas anteriores). Con el
procedimiento de distintos colores y tamaños vamos presentando el texto como lo
fuimos explicando sobre la pantalla, indicando de este modo la densidad y
trasfondo de las frases y de las palabras.
En
la edición manual de los documentos del Concilio de la BAC (BAC Minor), al hacer la
introducción histórica, se comienza anotando:
“Los
historiadores del Concilio hablarán largamente de la Constitución dogmática Dei
Verbum como de la gestación más dramática, porque dio lugar a un
giro cardinal de la orientación de aquel al mes de comenzado, después de un
debate intenso, una votación que apasionó a muchos y una intervención personal
del papa Juan XXIII…”
Los
Apóstoles y sus sucesores, heraldos del Evangelio
7. Dispuso Dios
benignamente que todo lo que había revelado para la
salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera
transmitiendo a todas las generaciones.
Por ello Cristo
Señor, en
quien se consuma la revelación total del Dios sumo, mandó a los
Apóstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio, comunicándoles los
dones divinos.
Este
Evangelio, prometido antes por los Profetas, LO COMPLETÓ El y lo promulgó con
su propia boca, como fuente de toda la verdad salvadora y de
la ordenación de las costumbres. Lo
cual fue realizado fielmente, tanto por los Apóstoles, que en la predicación
oral comunicaron con ejemplos e instituciones
lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de
Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como por
aquellos Apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo
Espíritu, escribieron el mensaje de la salvación.
Mas para que el
Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores
suyos a los Obispos, "entregándoles su propio cargo del magisterio".
Por consiguiente, esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos
Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra
contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verlo
cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3,2).
La Sagrada
Tradición
8. Así, pues, la
predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros
inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua.
De ahí que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido,
amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de
palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una
vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los
Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente
y aumente su fe, y de esta forma
la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en
su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es,
todo lo que cree.
Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles,
progresa
en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo:
puesto que va creciendo en la
comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas,
ü ya por la contemplación
y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y,
ü ya por la percepción
íntima que experimentan de las cosas espirituales,
ü ya por el anuncio de aquellos que con
la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos,
tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se
cumplan las palabras de Dios.
Las enseñanzas de
los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros
se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante.
Por esta Tradición conoce la Iglesia el
Canon íntegro de los libros sagrados,
y la misma Sagrada
Escritura se va conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente
operativa, y de esta forma, Dios, que habló en otro tiempo, habla
sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio
resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los
creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos
abundantemente (cf. Col., 3,16).
Mutua
relación entre la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura
9. Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente
unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de
la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin.
Ya que la Sagrada
Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la
inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a
los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo
Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del Espíritu de la verdad la
guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se
sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza
acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han
de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad.
Relación de
una y otra con toda la Iglesia y con el Magisterio
10. La Sagrada
Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de
Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este
depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los
Apóstoles y en la comunión, persevera constantemente en la fracción del pan y
en la oración (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles
colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión
de la fe recibida.
Pero el oficio de
interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido
confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce
en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio,
evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve,
enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la
asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la
expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que
propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.
Es evidente, por
tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la
Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de
tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno
a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la
salvación de las almas.
3.
Puntos de reflexión
Este
nuevo enfoque de la revelación cambiaba o, al menos, reorientaba lo que era exposición
común de los manuales de teología: de Fontibus
Revelationis. Las fuentes de la revelación son dos: la Escritura y la
Tradición.
Contra
este modo de pensar véase las observaciones del teólogo perito del Concilio, Joseph
Ratzinger. Six tetxs by Prof.
Joseph Ratzinger as peritus before and during Vatican Council II. Translation
and annotations by Jared Wicks, S.J., en: Gregorianum 89, 2(2008) 233-311.
Según
este enfoque esencial e integrador
1)
La revelación plenaria la ha entregado Dios por su Hijo, en el Espíritu Santo,
al mundo, en el acontecimiento de su Hijo para todos los hombres, para todas
las edades.
2)
En esa revelación, acontecida de una vez para siempre se contiene toda la
verdad salvífica: todo lo que hay que creer, todo lo que hay que obrar en orden
a la salvación.
3)
Esta revelación – que podemos llamar el Evangelio – no requiere ninguna nueva revelación.
4)
El Señor se manifestará en la gloria del Padre en la Parusía y entonces Dios
será todo en todos.
5)
El anuncio del Evangelio Jesús lo entrega a los Apóstoles y de los Apóstoles
para a la Iglesia.
6)
Definitivamente no se hablará de dos fuentes de revelación, como si fuesen dos
canales parciales y complementarios, sino que la Palabra de Dios íntegra se nos
entrega en la Tradición.
7)
La Escritura no es nada sin la Tradición, y la Tradición sin la Escritura no
sería la Tradición comunicada por los Apóstoles.
8)
El Magisterio no es una instancia complementaria a la Escritura, ni está sobre
al Escritura, sino que está al servicio de la Escritura. El Magisterio en la
Tradición de la Iglesia es la vivencia de la Escritura; y, en definitiva,
Tradición, Escritura y Magisterio, realidades indisolubles una de la otra,
actualización la operación del Espíritu en la Iglesia, actualizando la
presencia del Señor hasta su vuelta.
Guadalajara,
18 octubre 2012.
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