Cristología de la Palabra
Primera
referencia: El cosmos
Segunda
referencia: El hombre
Tercera
referencia: Cristo
Cuarta
referencia: La escatología
Quinta
referencia: La Iglesia
Sexta
referencia: El Espíritu
Séptima
referencia: El Padre (retorno)
Tercera referencia: Cristo
(nn. 11-13)
I
- Texto
Cristología de la Palabra
11. La consideración de la realidad
como obra de la santísima Trinidad a través del Verbo divino, nos permite
comprender las palabras del autor de la Carta a los Hebreos: «En distintas
ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los
profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha
nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades
del mundo» (1,1-2). Es muy hermoso ver cómo todo el Antiguo Testamento
se nos presenta ya como historia en la que Dios comunica su Palabra. En efecto,
«hizo primero una alianza con Abrahán (cf. Gn 15,18); después, por medio
de Moisés (cf. Ex 24,8), la hizo con el pueblo de Israel, y así se fue
revelando a su pueblo, con obras y palabras, como Dios vivo y verdadero. De
este modo, Israel fue experimentando la manera de obrar de Dios con los
hombres, la fue comprendiendo cada vez mejor al hablar Dios por medio de los
profetas, y fue difundiendo este conocimiento entre las naciones (cf. Sal
21,28-29; 95,1-3; Is 2,1-4; Jr 3,17)».[32]
Esta condescendencia de Dios se
cumple de manera insuperable con la encarnación del Verbo. La Palabra eterna,
que se expresa en la creación y se comunica en la historia de la salvación, en
Cristo se ha convertido en un hombre «nacido de una mujer» (Ga 4,4). La
Palabra aquí no se expresa principalmente mediante un discurso, con conceptos o
normas. Aquí nos encontramos ante la persona misma de Jesús. Su historia única
y singular es la palabra definitiva que Dios dice a la humanidad. Así se entiende
por qué «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo
horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».[33]
La renovación de este encuentro y de su comprensión produce en el corazón de
los creyentes una reacción de asombro ante una iniciativa divina que el hombre,
con su propia capacidad racional y su imaginación, nunca habría podido
inventar. Se trata de una novedad inaudita y humanamente inconcebible: «Y la
Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros» (Jn1,14a). Esta
expresión no se refiere a una figura retórica sino a una experiencia viva. La
narra san Juan, testigo ocular: «Y hemos contemplado su gloria; gloria propia
del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn1,14b). La fe
apostólica testifica que la Palabra eterna se hizo Uno de nosotros. La Palabra
divina se expresa verdaderamente con palabras humanas.
12. La tradición patrística y
medieval, al contemplar esta «Cristología de la Palabra», ha utilizado una
expresión sugestiva: el Verbo se ha abreviado:[34]
«Los Padres de la Iglesia, en su traducción griega del antiguo Testamento,
usaron unas palabras del profeta Isaías que también cita Pablo para mostrar
cómo los nuevos caminos de Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo
Testamento. Allí se leía: “Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado” (Is
10,23; Rm 9,28)... El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la
Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre.
Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance».[35]
Ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que
tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret.[36]
Siguiendo la narración de los
Evangelios, vemos cómo la misma humanidad de Jesús se manifiesta con toda su
singularidad precisamente en relación con la Palabra de Dios. Él, en efecto, en
su perfecta humanidad, realiza la voluntad del Padre en cada momento; Jesús
escucha su voz y la obedece con todo su ser; él conoce al Padre y cumple su
palabra (cf. Jn 8,55); nos cuenta las cosas del Padre (cf. Jn
12,50); «les he comunicado las palabras que tú me diste» (Jn17,8). Por
tanto, Jesús se manifiesta como el Logos divino que se da a nosotros,
pero también como el nuevo Adán, el hombre verdadero, que cumple en cada momento
no su propia voluntad sino la del Padre. Él «iba creciendo en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52). De modo
perfecto escucha, cumple en sí mismo y nos comunica la Palabra divina (cf. Lc
5,1).
La misión de Jesús se cumple
finalmente en el misterio pascual: aquí nos encontramos ante el «Mensaje de la
cruz» (1 Co 1,18). El Verbo enmudece, se hace silencio mortal, porque se
ha «dicho» hasta quedar sin palabras, al haber hablado todo lo que tenía que
comunicar, sin guardarse nada para sí. Los Padres de la Iglesia, contemplando
este misterio, ponen de modo sugestivo en labios de la Madre de Dios estas
palabras: «La Palabra del Padre, que ha creado todas las criaturas que hablan, se
ha quedado sin palabra; están sin vida los ojos apagados de aquel que con su
palabra y con un solo gesto suyo mueve todo lo que tiene vida».[37]
Aquí se nos ha comunicado el amor «más grande», el que da la vida por sus
amigos (cf. Jn 15,13).
En este gran misterio, Jesús se
manifiesta como la Palabra de la Nueva y Eterna Alianza: la libertad de
Dios y la libertad del hombre se encuentran definitivamente en su carne crucificada,
en un pacto indisoluble, válido para siempre. Jesús mismo, en la última cena,
en la institución de la Eucaristía, había hablado de «Nueva y Eterna Alianza»,
establecida con el derramamiento de su sangre (cf. Mt 26,28; Mc 14,24;
Lc22,20), mostrándose como el verdadero Cordero inmolado, en el que se
cumple la definitiva liberación de la esclavitud.[38]
Este silencio de la Palabra se manifiesta en su sentido auténtico y
definitivo en el misterio luminoso de la resurrección. Cristo, Palabra de Dios
encarnada, crucificada y resucitada, es Señor de todas las cosas; él es el
Vencedor, el Pantocrátor, y ha recapitulado en sí para siempre todas las
cosas (cf. Ef 1,10). Cristo, por tanto, es «la luz del mundo» (Jn8,12),
la luz que «brilla en la tiniebla» (Jn1,54) y que la tiniebla no ha derrotado
(cf. Jn 1,5). Aquí se comprende plenamente el sentido del Salmo 119:
«Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (v. 105); la Palabra
que resucita es esta luz definitiva en nuestro camino. Los cristianos han sido
conscientes desde el comienzo de que, en Cristo, la Palabra de Dios está
presente como Persona. La Palabra de Dios es la luz verdadera que necesita el
hombre. Sí, en la resurrección, el Hijo de Dios surge como luz del mundo.
Ahora, viviendo con él y por él, podemos vivir en la luz.
13. Llegados, por decirlo así, al
corazón de la «Cristología de la Palabra», es importante subrayar la unidad del
designio divino en el Verbo encarnado. Por eso, el Nuevo Testamento, de acuerdo
con las Sagradas Escrituras, nos presenta el misterio pascual como su más íntimo cumplimiento. San Pablo, en la Primera
carta a los Corintios, afirma que Jesucristo murió por nuestros pecados
«según las Escrituras» (15,3), y que resucitó al tercer día «según las
Escrituras» (1 Co 15,4). Con esto, el Apóstol pone el acontecimiento de
la muerte y resurrección del Señor en relación con la historia de la Antigua
Alianza de Dios con su pueblo. Es más, nos permite entender que esta historia
recibe de ello su lógica y su verdadero sentido. En el misterio pascual se cumplen
«las palabras de la Escritura, o sea, esta muerte realizada “según las
Escrituras” es un acontecimiento que contiene en sí un logos, una
lógica: la muerte de Cristo atestigua que la Palabra de Dios se hizo “carne”,
“historia” humana».[39]
También la resurrección de Jesús tiene lugar «al tercer día según las Escrituras»:
ya que, según la interpretación judía, la corrupción comenzaba después del
tercer día, la palabra de la Escritura se cumple en Jesús que resucita antes de
que comience la corrupción. En este sentido, san Pablo, transmitiendo fielmente
la enseñanza de los Apóstoles (cf. 1 Co 15,3), subraya que la victoria
de Cristo sobre la muerte tiene lugar por el poder creador de la Palabra de
Dios. Esta fuerza divina da esperanza y gozo: es éste en definitiva el
contenido liberador de la revelación pascual. En la Pascua, Dios se revela a sí
mismo y la potencia del amor trinitario que aniquila las fuerzas destructoras
del mal y de la muerte.
Teniendo presente estos elementos
esenciales de nuestra fe, podemos contemplar así la profunda unidad en Cristo
entre creación y nueva creación, y de toda la historia de la salvación. Por
recurrir a una imagen, podemos comparar el cosmos a un «libro» –así decía Galileo
Galilei– y considerarlo «como la obra de un Autor que se expresa mediante la
“sinfonía” de la creación. Dentro de esta sinfonía se encuentra, en cierto
momento, lo que en lenguaje musical se llamaría un “solo”, un tema encomendado
a un solo instrumento o a una sola voz, y es tan importante que de él depende
el significado de toda la ópera. Este “solo” es Jesús... El Hijo del hombre
resume en sí la tierra y el cielo, la creación y el Creador, la carne y el
Espíritu. Es el centro del cosmos y de la historia, porque en él se unen sin confundirse
el Autor y su obra».[40]
II
- Claves de profundización (desmenuzar el texto): temas a analizar en el
párrafo
- Cristología trinitaria
- Condescendencia (syn-katábasis) de la Encarnación:
-
la Palabra es discurso
-
la Palabra es historia
-
la Palabra es persona.
*
En consecuencia, la acogida de la Palabra es “encuentro”
- Resultado de la Encarnación: Verbum abreviatum: Cristo, Palabra abreviada
- Silencio de la Palabra
-
La Palabra encarnada crucificada
- La Palabra cumplida (resurrección)
-
“íntimo cumplimiento”
-
la resurrección, “logos” de la Palabra (lógica y sentido de la Palabra)
- Conclusión: sinfonía de la Palabra:
-
“la
profunda unidad en Cristo entre creación y nueva creación”, (el “libro de la creación, Galileo Galilei)
- “y de
toda la historia de la salvación”
3
– Reflexión sobre el texto
Las grandes líneas del Tratado de la Palabra
A medida que avanza la reflexión se va
perfilando un tratado espiritual de la Palabra, que desde el secreto de Dios se
va manifestando paulatinamente desplegando una “historia de amor”. Marquemos ya
estos pasos.
1. Al
principio ya existía la Palabra. Cuando san Juan abre así el Evangelio, en
clara referencia al primer versículo de la Biblia (En el principio creó Dios el
cielo y la tierra), esta Palabra no es la Segunda Persona de la Trinidad, sino
Jesús de Nazaret, el Verbo de la vida que palparon nuestras manos. El hogar
trinitario no es una referencia ajena a
la existencia de Jesús-Hijo, sino que Jesús-Hijo era en la Trinidad. Una Teología
de la Palabra es
- una teología trinitaria,
- una teología contemplativa, abierta al
asombro infinito
- para ser vista como una teología
comprometida porque la Encarnación es ingerente a la Palabra.
2. La
Palabra se hizo creación, o “en la creación estaba la Palabra” (Jesús de
Nazaret). El mundo-cosmos es el primer Evangelio de la Palabra, el primer
anuncio que Dios emite para cuando llegue el Hombre.
3. La
Palabra se hizo historia. Y así la “historia salutis”, esto es, la historia
del amor de Dios, es la segunda proyección de la Palabra. No diremos que la
Palabra se hizo pecado, aunque san Pablo hasta eso se atreve a decir (a quien
no conoció pecado Dios lo hizo pecado); sí, en cambio, que en el pecado también
estaba la palabra, porque en el pecado estaba la misericordia.
Si Dios se manifiesta (la revelación),
Dios se revelada en cuanto historia: al obrar se manifiesta. Y dentro de esta
historia
- La Palabra se hizo Torá (libro de
Baruc).
-
La Palabra se hizo Alianza.
-
La Palabra se hizo promesa.
-
La Palabra se anunció como nueva Alianza
- La Palabra se hizo Profecía.
- La Palabra se hizo oración (Salmos).
- La Palabra se hizo Sabiduría.
4. La
Palabra se hizo carne. Y aquí el centro de la Palabra Y hemos contemplado
de múltiples formas la gloria de la Palabra Encarnada.
- La Palabra se hizo anuncio-Evangelio.
- La Palabra se hizo Reino irrumpiente
de Dios.
- La Palabra se hizo sanación y milagro.
- La Palabra se hizo silencio en la
Cruz.
. La Palabra se hizo resurrección,
quicio del mundo nuevo.
5. La
Palabra se hizo Iglesia por el Espíritu del Resucitado. Y ya dentro de la
Iglesia
- La Palabra se hizo Eucaristía, y en la
Eucaristía está todo el bien de la Iglesia.
- La Palabra se hizo misión, avanzando
en el mundo.
- La Palabra se hizo Tradición.
- La Palabra se hizo Escritura.
6. Y,
al final, la Palabra será retorno: Parusía. Y entonces, cuando Cristo diga
la palabra final sobre la historia y entregue todo al Padre, y Dios sea todo en
todo.
Un ejercicio comparativo: IV Plegaria
Eucarística
Este Itinerario contemplativo de la
Palabra, como resumen de toda la acción “ad extra” de la Trinidad nos lleva,
pro asociación, a ese recorrido de la historia de la salvación que, con
lenguaje litúrgico-aclamatorio, nos presenta la IV Plegaria Eucarística.
Para nuestro deleite espiritual podemos
hacer un repaso.
Sobre la Palabra abreviada
Un himno: (Oh Verbo
Encarnado, Palabra abreviada!
Sobre la homilía de Benedicto XVI en la Nochebuena
de 2006
En su homilía de Nochebuena (2006) el Papa, a la luz de los Padres,
comentó la palabra de Isaías (10,23), recogida por Pablo (Rm 9,28), que ha
pasado también a la Regla de san Francisco: Verbum breviatum faciet Dominus
super terram: Palabra abrevada hará el Señor sobre la tierra. )Cuál es la palabra abreviada de Dios, que resume
toda la revelación? Jesús, y precisamente Jesús en estado de niño.
Ante el texto evangélico de la medianoche, de lo que van a encontrar
los pastores, según san Lucas 2,20, el Papa comenta: ALa señal de Dios es la sencillez. La señal de Dios es el niño. La señal de Dios es
que Él se hace pequeño por nosotros. Éste es su modo de reinar. Él no viene con
poderío y grandiosidad externos. Viene como niño inerme y necesitado de nuestra
ayuda. No quiere abrumarnos con la fuerza. Nos evita el temor ante su grandeza.
Pide nuestro amor: por eso se hace niño. No quiere de nosotros más que nuestro
amor, a través del cual aprendemos espontáneamente a entrar en sus
sentimientos, en su pensamiento y en su voluntad: aprendamos a vivir con Él y a
practicar también con Él la humildad de la renuncia que es parte esencial del
amor. Dios se ha hecho pequeño para que nosotros pudiéramos comprenderlo,
acogerlo, amarlo@.
También los maestros medievales, siguiendo a los Padres, han
interpretado así la APalabra abreviada@ (por ejemplo, santo Tomás: AVerbum breviatum, id est incarnatum@: Expositio ad Rom 9,24-30; y hablando sobre
el compendio del Evangelio en el doble precepto de la caridad: APor lo cual Cristo nos dio una ley abreviada, que
pueda ser conocida por todos y de cuya observancia nadie se pueda excusar por
ignorancia. Y esta es la ley del amor divino. Dice el Apóstol en Rom 9,
28: "El Señor abreviará su palabra sobre la tierra": In duo praecepta
caritatis et in decem legis praecepta expositio, 10).
Este himno quiere traducir poéticamente el Verbum breviatum, la
Palabra abreviada, que es sencillamente Jesús Niño en el portal de Belén.
(Oh Verbo Encarnado,
Palabra
abreviada!,
Dios grande y
sublime
en una cabaña:
un Niño
pequeño
es toda la
gracia.
Yo soy el
pastor
que oyó la
llamada:
el Dios
anunciado
a mí se
regala:
un Niño me
acoge
y amor solo
exhala.
Oh Fuente de
luz,
que en luz
todo baña,
aquí hecho
Evangelio
mi Dios se
derrama;
yo escucho y
aprendo,
y un Niño me
basta.
Trocito de Pan
en mesa
sagrada:
mi altar es
pesebre
con Pan que me
sacia:
(Venid, fieles todos,
saciad
vuestras almas!
(Oh Dios de pañales,
Palabra
abreviada,
oh Dios
infinito,
oh Gloria
humanada,
te adoro y te
beso:
a ti la
alabanza! Amén.
Quito (Ecuador), domingo de la Sagrada Familia, 31
de diciembre de 2006
Nuevo poema: Verbo abreviado
(Un poema
eucarístico-narrativo)
1.
Dios es palabra recóndita
y
secreta melodía,
y
es dulce respiración,
aliento
de amor y vida.
2.
Dios es su voz sin principio,
su
eco y su sinfonía,
el
Hijo de sus delicias,
que
en el seno se mecía.
3.
Cristo es Verbo en Trinidad,
Logos,
divina Sofía,
dicha
de ser y nacer,
Dios
de Dios y Luz del día.
4.
Y se hizo realidad
que
la Palabra imprimía,
las
belleza del amor
que
de Dios toda salía.
5.
La Palabra se hizo historia,
latido
que en sangre hervía,
Verbo
que hablaba divino
en
la Ley y Profecía.
6.
Y el Verbo se hizo carne,
de
la carne de María,
se
hizo Evangelio de Espíritu.
en
el Jordán que fluía.
7.
La Palabra derramada
entre
sus hijos vivía,
era
luz, era salud,
en
la Cena, Eucaristía.
8.
Y el Verbo se hizo silencio,
en
la Cruz cuando moría,
cuando
dicho cuanto dijo,
ya
solo el amor se oía.
9.
Y en la roca luminosa
se
hizo Pascua y alegría,
se
hizo Iglesia que reúne
y
Fuego que santifica.
10.
En labios de los Apóstoles
la
Palabra fue kerigma
y
en la Santa Tradición
la
Palabra se ha hecho Biblia.
11.
Y en mi historia bautismal
la
Palabra se ha hecho mía,
he
aquí la humilde esclava,
dichosa
por tanta dicha. Amén.
Guadalajara,
5 septiembre 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario